Exposición Juan de Goyeneche y el triunfo de los navarros en la monarquía hispánica del Siglo XVIII |
La Fundación Caja Navarra presentó en
la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, la exposición
“Juan de Goyeneche y el triunfo de los navarros en la monarquía
hispánica del siglo XVIII” que, tras su paso por la capital
de España, se pudo visitar también en la iglesia de las
Agustinas Recoletas de Pamplona. Esta singular e importante exposición mostraba, a través de imágenes artísticas, obras significativas y documentos nunca expuestos hasta ese momento, la brillantez de un periodo, los años finales del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, en el que los hombres originarios del Reino de Navarra, en especial del Valle de Baztán, alcanzaron un inusitado protagonismo en la vida política, social, económica y cultural española, bajo la monarquía borbónica. Un fenómeno puesto de relieve por Julio Caro Baroja y bautizado con acierto como “La hora Navarra del XVIII”. Los Borbones, en Navarra Con la llegada de los Borbones sólo Navarra conservó su identidad política, junto con Castilla. Las instituciones del reino, el Consejo Real y los tribunales continuaron funcionando, lo mismo que el gobierno local. Se convocaron sus Cortes Generales en diez ocasiones durante el XVIII, y una Diputación del Reino funcionó ininterrumpidamente el resto del siglo. Una red de aduanas y una moneda propia hacían patente esta singularidad navarra. Todo esto no debe entenderse como una casualidad conservadora. Hubiera sido imposible sin un largo proceso previo. Los navarros habían defendido su Derecho y reelaborado su Historia como fundamentos de su identidad en España. Ahora pudieron presentarlos en la Novíssima Recopilación (1735) y en los Anales del Reyno (1684-1715). Y se habían adaptado bien a la nueva Monarquía española. Ni sus instituciones ni su funcionamiento eran, en verdad, los del reino medieval. “La singularidad de la Navarra del XVIII -como escribe Alfredo Floristán- es la del éxito de su transformación paulatina, y no la defensa de una estructura arcaizante”. En este contexto, destaca la figura de don Juan de Goyeneche (1656-1735), una de las personalidades más relevantes e innovadoras de los reinados de Carlos II y Felipe V. Este baztanés nacido en Arizcun (Navarra) y formado en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid, llegó a ser, gracias a su habilidad y tesón, administrador de los gastos secretos de Carlos II y tesorero de su esposa doña Mariana de Neoburgo. Partidario de la causa borbónica, por su convencimiento de que había que modernizar a España, anquilosada con los últimos Austrias, apoyó con sus empresas a Felipe V en la Guerra de Sucesión y continuó mereciendo la confianza regia al ejercer como tesorero de las reinas María Luisa Gabriela de Saboya e Isabel de Farnesio. De burócrata pasó a ser hombre de negocios, asentista y arrendador de rentas reales. Compaginó estas actividades con empresas industriales como la fundación y construcción de Nuevo Baztán y sus fábricas, fruto de su mentalidad preilustrada, cuya edificación encargó a José Benito de Churriguera. Juan de Goyeneche, retrato de un intelectual No obstante, el retrato de Juan de Goyeneche nos lo muestra como un intelectual, en su biblioteca, y con el Teatro Crítico del Padre Feijoo en la mano, cuya edición había patrocinado al igual que La Mística Ciudad de Dios de la Madre Sor María de Ágreda o las obras del historiador de “La Conquista de México” Antonio de Solís. Faceta representativa de su condición de intelectual fue su amor a la Historia, disciplina que cultivó desde su juventud, con la publicación en 1685 de la “Executoría de la Nobleza, Antigüedad y Blasones del Valle de Baztán”, cuya única edición facsímil fue editada por nuestra Asociación, con la especial colaboración económica de la Comunidad de Madrid. Reunía tertulias en su casa de Nuevo Baztán a las que, según escribe el Padre Feijoo, acudían los ingenios de la época. Goyeneche se dedicó también a empresas editoriales y publicó en su casa La Gaceta de Madrid, el primer periódico publicado en España. El palacio Goyeneche que él construyó, que en la actualidad sirve de sede a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la madrileña calle de Alcalá, constituyó el ámbito propio para esta muestra. Don Juan de Goyeneche fue cofundador y perteneció a la Directiva de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, una agrupación de naturales que integró a todos los navarros residentes en la Corte, con el fin de rendir culto al santo patrono y ejercer la beneficencia. Fue fundada el 7 de julio de 1683, en el reinado de Carlos II, quien se asentó como Prefecto de la Real Congregación en 1684; a partir de él, todos los reyes de España, incluido el monarca actual, ostentaron este título. Los dos hijos varones de Juan de Goyeneche fueron prefectos de la Real Congregación, Francisco Javier, el primogénito, Marqués de Belzunce, fue electo el 18.7.1734 y el segundo hijo Francisco Miguel, Conde de Saceda, fue elegido el 12.7.1739. Su nieto Juan Javier, hijo de Francisco Miguel, fue también Vice Prefecto en 1782 y 1783. Breve historia de la Real Congregación La Real Congregación tuvo su primera sede en el Convento de Mínimos de la Victoria, pasó luego al Convento de Trinitarios de la calle Atocha hasta que contó con capilla propia e independiente en la Casa y jardín que habían sido del Conde de Monterrey, en el Prado de San Jerónimo. La finca fue adquirida por los congregantes en 1744 y acto seguido remodelada la antigua galería para transformarla en capilla, que se adornó con suntuosos retablos y esculturas hasta convertirse en una de las más ricas de la corte. Una de sus obras artísticas más destacadas es el Niño del Dolor, legado testamentario de la reina Mariana de Neoburgo, gracias a la intervención de Francisco Miguel de Goyeneche. La Real Congregación atravesó un período de esplendor en las dós últimas décadas del siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII en la que coincidieron como congregantes ilustres nobles, prelados e importantes hombres dedicados a los negocios, las finanzas o la cultura. Se contaban entre ellos el Duque de Alba, el Marqués de Villalba de los Llanos, el Marqués de Valdeolmos, el Marqués de Santa Cruz, el Duque de Alburquerque, Juan de Goyeneche, sus hijos el Marqués de Belzunce y el Conde de Saceda, Miguel Gastón de Iriarte, Juan Bautista Yturralde, Gerónimo de Uztáriz, Juan Antonio de Aldecoa o Juan Antonio Pérez de Arellano, entre otros muchos. Las relaciones y los contactos que se fraguaron entre sus miembros en el seno de la Real Congregación tendrían consecuencias del mayor interés tanto desde el punto de vista religioso como económico o artístico. Importantes fueron los encargos artísticos de los congregantes a escultores como Roque Solano, Luis Salvador Carmona o Pascual de Mena con destino a la capilla madrileña o las que hicieron para enviar como legados a su tierra de origen. Otras congregaciones de naturales de Madrid han desaparecido en la actualidad, sin embargo, la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, convertida en una reliquia histórica, continúa cumpliendo los fines para los que fue fundada. Desarrollo de las Artes en Navarra Ya en el territorio del reino navarro, el conjunto de circunstancias favorables referidas más arriba propició el desarrollo de la arquitectura, las artes figurativas y suntuarias. Junto a las instituciones públicas y la Iglesia, destacaron, en el patrocinio de las artes, personajes que se enriquecieron y ascendieron socialmente, prestando sus servicios a la dinastía borbónica en la administración, la milicia o la Iglesia. La formación de sustanciosos patrimonios, especialmente en Madrid e Indias, revirtió en mayor o menor medida en diversos lugares del Reino de Navarra. Los cascos urbanos de muchos pueblos se transformaron con la construcción de enormes casas y palacios, inimaginables sin fortunas amasadas allende las fronteras navarras. Maestros navarros perfeccionaron su actividad en la Corte de Madrid y algunos, a su Pesar, nunca volvieron a la tierra que les vio nacer, como ocurrió con el pintor Antonio González Ruiz, que llegó a ser Director de la Real Academia de Bellas Artes. Destacados proyectos y obras de talleres autóctonos de Pamplona, Tudela y Estella, con aportes foráneos de piezas, constituyen uno de los capítulos más interesantes del patrimonio de la Navarra del Siglo de las Luces, destacando por su importancia la arquitectura civil y el género escultórico de los retablos. La evolución de las tipologías y modelos artísticos estuvo directamente relacionada con la importación de modelos, trazas, proyectos y obras, que llegaron con frecuencia desde diferentes puntos como Roma, Indias, Madrid, Zaragoza y otros destacados focos peninsulares. Todo aquel conjunto de piezas salidas de afamados artistas constituyó un revulsivo en el Barroco imperante de corte tradicional, que dominaba la producción artística, íntimamente relacionada con las corporaciones gremiales, dando entrada a un arte europeo y, en algunos casos, exótico. La exposición contó, en su momento, con un catálogo de 416 páginas editado por la Fundación Caja Navarra, que incorporaba varios estudios preliminares y unas fichas catalográficas realizadas por profesores universitarios y especialistas de las universidades de Navarra, Complutense de Madrid, Alcalá, País Vasco, Nacional Autónoma de México, CSIC, así como de distintos archivos y museos y de las Reales Academias de Bellas Artes y de la Historia. |