Las Ordenes Militares en las Navas de Tolosa

Mervyn Samuel
Historiador

La batalla de las Navas de Tolosa tuvo lugar el 16 de julio de 1212(1) en el Puerto del Muradal (o de la Condesa), a poca distancia del pueblo de Santa Elena en plena Sierra Morena. Fue la victoria cristiana definitiva en la larga Reconquista de la España ocupada por los árabes y sus aliados beréberes desde el año 711 en adelante, y nunca más volvieron los ejércitos musulmanes a Castilla.

Hay diversas fuentes de información sobre la batalla, y una de ellas es la Chronica de las tres Ordenes y Cavallerias de Sanctiago, Calatrava y Alcantara publicada en 1572 por “el Licenciado Frey Francisco de Rades y Andrada, Capellan de Su Magestad, de la Orden de Calatrava”(2). Escribió cuando los archivos de las órdenes estaban totalmente intactos e in situ en los respectivos conventos, y era muy cuidadoso en el uso de los documentos, no dudando en apuntar inconsistencias y errores cuando se daba cuenta de ellos(3).

Tampoco se inhibía de criticar a los actores en los dramas que describe. Por ejemplo, al describir la batalla de Alarcos (1195), derrota catastrófica para los castellanos, comenta lo siguiente: “Sabida su venida [del “Rey Moro de Africa llamado Iuçaf”] por el Rey don Alonso, salio a resistirle, con menos gente de la necessaria: sin aguardar a muchos Grandes de Castilla que venía con gente a servirle.”

Describe Rades y Andrada la derrota de Alarcos y el repliegue de los Calatraveños a Zorita de los Canes después de perder su Sacro Convento de Calatrava (la Vieja)(4) y muchas otras fortalezas del Campo de Calatrava. En 1198 lograron reocupar el Castillo de Salvatierra(5), trasladando allí el Sacro Convento, pero se volvió a perder en 1210 ante un avance de “Miramomelín”(6) (o tal vez de su hijo Mahomat, según el Arzobispo don Rodrigo Jiménez de Rada, ambas posibilidades citadas por el escrupuloso cronista).

Frey Francisco sigue contando como “el rey don Alonso” (Alfonso VIII de Castilla) envió al Arzobispo don Rodrigo a Roma “para que pidiesse Cruzada al Papa, dandole cuenta de la necessidad y peligro en que estaban los Reynos Christianos de España, por el grande poder que los Moros tenian”. El Papa concedió la Cruzada, y el Arzobispo “vino por Italia y Francia predicando la Cruzada: y muchos Franceses cuyos coraçones fueron tocados y ablandados por la mano de Dios, vinieron con sus armas y cavallos a servir al Rey en esta jornada, por alcançar remission de sus pecados, trayendo en sus pechos la señal de la Cruz...”. Entre ellos, don Arnaldo, Arzobispo de Narbona, “con ciento y treynta de cavallo, y muchos peones”, y el Obispo de Burdeos (ciudad inglesa a la sazón) “con ciento de cavallo”.

Por su parte, el Rey envió embajadores a Aragón, León, Navarra y Portugal. León no envió tropas, y tenía a sus fuerzas (incluyendo a la Orden de San Julián de Pereiro, embrión de la de Alcántara – precisamente, la villa de Alcántara con su célebre puente romano fue conquistado el año siguiente, 1213, y entregada a la Orden de Calatrava, que lo renunció en 1218 a favor de los Caballeros de San Julián de Pereiro) ocupadas en entradas contra los Moros de Extremadura y también contra Portugal; además, aprovechó para ocupar varios castillos que los castellanos habían tomado pocos años antes (incluyendo Rueda, Alba de Aliste y Luna). Sin embargo, y a pesar de su guerra con León, el Rey de Portugal sí envió gente, y los reyes de Aragón y Navarra acudieron en persona y con importantes fuerzas.

Pedro II de Aragón acudió a Toledo, donde “Fue recibido con procession y grande regozijo, y el Rey de Castilla salio a recebirle”. Llegó acompañado de muchos “ricos hombres” y sus seguidores. Frey Francisco comenta que, “Verdad es que el Rey de Navarra [Sancho VII] y estos sus Cavalleros no vinieron tan presto como el Rey de Aragon, mas llegaron a muy buen tiempo, estando el Rey en Alarcos”, ahora recuperado por los cristianos.

De las Ordenes Militares acudieron a la cita Frey Gómez Ramírez, Maestre del Temple con sus Templarios, Frey Gutierre de Armíldez(7), Gran Prior del Hospital de San Juan de Jerusalén en Castilla, Frey Pedro Arias, Maestre de Santiago, y Frey Ruy Díaz, Maestre de Calatrava, todos ellos con sus huestes correspondientes. Rades y Andrada comenta que el Arzobispo Jiménez de Rada en su historia “pone al principio de todas la de Calatrava, diciendo estas palabras. Fuerunt etiam Fratres Calatravae, sub uno militiae suae Magistro Roderico Didaci; grata Deo et hominibus fraterna societas”, que nuestro cronista traduce como “Hallaronse en esta junta los Freyles de Calatrava, con el Maestre de su Cavalleria, llamado don Ruy Diaz: que es una hermandad y compañia agradable a Dios y a los hombres”.

Don Rodrigo Jiménez de Rada, Arzobispo de Toledo y “Primado de las Españas”, acudió además como “Legado Apostólico”. Estuvo acompañado de los Obispos de Palencia, Sigüenza, Osma y Ávila. Entre los “Ricos hombres de Castilla” el cronista nombra en primer lugar a “don Diego Lopez de Haro señor de Vizcaya” (antecesor del fundador de Bilbao, hecho que ocurrió en 1300), “don Lope Diaz de Haro su hijo y heredero, don Sancho Fernandez su sobrino, hijo del Rey don Fernando de Leon, y de la Reyna doña Urraca Lopez de Haro, hermana del dicho don Diego Lopez”. Además de los grandes caballeros estuvieron “los Concejos de las Ciudades y Villas, cada uno con su Pendon”.

Los dos reyes (de Castilla y Aragón) y las Órdenes Militares partieron de Toledo el 20 de junio de 1212. Iba delante don Diego López de Haro, nombrado por el Rey Capitán de las fuerzas francesas, y “llegados a Malagon tomaron por fuerça de armas el Castillo, y quemaron a quantos Moros hallaron en el”. Llegados los otros dos ejércitos (de los reyes de Castilla y Aragón) avanzaron hasta Calatrava la Vieja, fuertemente defendido por los musulmanes bajo “un caudillo Moro” y “dozientos Cavalleros Moros muy escogidos, y grandísimo numero de peones: y avian puesto muchas Vanderas de diversos colores en las torres y muros, para que los Christianos creyessen estar alli toda la Moreria”.

Alfonso VIII mandó atacar la fortaleza (que en ese tiempo era villa y no solo castillo) por los cuatro costados, y los Moros “pidieron partido”: el Rey les dejó salir “con solas sus personas” y “assi la Villa le fue entregada un Domingo despues de sant Pedro y sant Pablo. Luego el Rey la dio a esta Orden cuya era, aviendo diez y siete años que estava en poder de Moros”. Nuestro cronista comenta que “El Rey repartio los bienes muebles que se hallaron en Calatrava, entre los Aragoneses y Franceses; y con todo esso los Franceses se bolvieron de alli a su tierra, salvo el Obispo de Narbona y algunos Cavalleros del Ducado de Guiana(8)...”

Desde Calatrava (la Vieja) los ejércitos cristianos avanzaron por el Campo de Calatrava, ganando los castillos de Alarcos (donde se les reunió el Rey de Navarra y sus huestes), Caracuel, Benavente y Almodóvar del Campo. Llegados a Salvatierra hicieron su alarde delante del Castillo, “y dize el Arçobispo, que salieron todos tan bien armados, y tan gallardos, que su vista bastava para poner temor a los Moros”. Siguieron de allí al lugar de Fresneda, y luego a Guadalfajar, “que es al pie del Puerto del Muradal”.

Aquí nos cuenta Frey Francisco de Rades que “El Miramomelin de Africa ..., teniendo aviso de la junta de los tres Reyes Christianos, avia passado a España, con grandissima multitud de Moros de Allende, para favorecer los Moros del Andaluzia, y resistir la entrada a los Reyes Christianos: y llegado a Baeça, tuvo noticia de como los Reyes avian tomado la villa de Calatrava y su tierra, y entravan por el Puerto del Muradal, a conquistar el Andaluzia. Sabiendo esto, pusose con su gente en un monte, cerca de Jaen, con intencion de no salir a la batalla, sino dexar passar a los Christianos adelante, y despues dar sobre ellos a desora. Estando alli supo que los Franceses se abian buelto a su tierra, y tomando animo, para esperar batalla, salio del monte, y embio una grande compañia de Moros a un lugar del Puerto del Muradal, que se dezia las Navas(9) de Tolosa, y por otro nombre la Navas de la Condessa, para que guardasen un angosto passo, por donde tenian entendido que los Christianos querian passar: y tambien para que les impidiessen la subida del Puerto. Ya en esto don Diego Lopez de Haro señor de Vizcaya avia embiado a don Lope Diaz su hijo con alguna gente escogida, para que tomasse lo alto del puerto: y así los Moros no pudieron impedir la subida a la otra gente, por que don Lope Diaz peleo con ellos junto a Castroferral, y los venció. Con esto los tres Reyes subieron con sus Exercitos al Puerto, y assentaron sus Reales cerca de aquel passo angosto, que los Moros guardavan. Alli huvo algunas escaramuças, queriendo los Christianos ganar el passo, y defendiendosele los Moros.”

“A muchos de los Grandes parecia cosa por demas insistir en tomar aquel passo: por que puesto que se tomasse, era tan angosto que el Exercito no podia passar por el, sino con mucho peligro: y por esto dieron parescer a los Reyes que volviesen a tras a buscar otra mejor entrada. El Rey de Castilla respondio diziendo. Cavalleros, no me paresce mal vuestro consejo, mas la gente popular que no tiene experiencia de las cosas de la guerra, viendo que bolvemos a tras, pensara que huymos de nuestros enemigos, y no que ymos a buscarlos: y si comiençan a bolver las espaldas, no sera en nuestra mano detenerlos. Por tanto pues ya vemos los Pendones de nuestros enemigos, conviene passar adelante: y haga Dios lo que fuere su voluntad.”

“Estando los Reyes en esta confusion, llego al Rey de Castilla un pastor, y dixo que el mostraria un passo, por donde el Exercito passasse; y aun que los Moros lo viesen, no serian poderosos para impedir aquel passo. El Rey viendo que segun el habito de aquel hombre, no se le devia dar entero credito en tan importante negocio, embio con el a don Diego Lopez de Haro, y a don Garcia Romero con alguna gente, para que viesen si era verdad lo que el pastor dezia: y siendo assi, tomasen un monte que estava cerca de aquel passo, y tenia en lo alto un llano bastante para sentar el Real. Los Cavalleros hallaron ser verdad lo que el pastor dixo: y tomaron el monte.”

“Viendo los Reyes que esto era negocio de Dios, movieron con sus Exercitos, dexando el castillo de Castroferral que avian ganado, y dando la buelta fueron al lugar que el pastor avia mostrado, y assentaron Real en lo llano de aquel monte(10), que don Diego y don Garcia avian tomado. Los Moros cuando vieron que los Cristianos avian alçado el Real, pensaron que volvían huyendo, y con grande alarido tomaron el castillo de Castroferral, que ellos de industria avian dexado: mas quando vieron que avian assentado el Real en lo alto del monte, entendieron que por alli avia otro passo, y fueron a procurar de impedirselo, y sobre esto tambien huvo algunas peleas. Viendo el Miramomolin que ya no podia escusarse la batalla, puso en orden su gente, y salio al campo: y assento su Real en lo alto de otro monte(11), y todas las otras sus gentes mando poner alrededor del. Alli estuvo esperando la batalla hasta muy tarde, mas los Reyes no quisieron darla esse dia, ni el siguiente: por que los cavallos estavan cansados y despeados, de la subida del Puerto. El Rey Moro entendiendo que los Christianos no osavan salir a la batalla, escribio a los Moros de Baeça y Jaen, diciendo que tenia a los tres Reyes Christianos puestos en tal aprieto, que dentro de tres dias serian sus captivos.”

“El dia siguiente los Reyes mandaron que los Christianos se confessassen y encomendassen a Dios, y así lo hizieron: y despues de aver oydo Missa salieron a la batalla, por la orden siguiente. En la delantera yva don Diego Lopez de Haro señor de Vizcaya, con los Vizcainos y con los Concejos de algunas otras Ciudades y Villas. Tras el yva el Conde don Gonçalo Nuñez de Lara, con los Freyles Cavalleros de las cuatro Ordenes, de Calatrava, Santiago, San Juan y Templarios. A un lado yva don Ruy Diaz señor de los Cameros, con los Concejos de Soria, Logroño, Nagera, y otros pueblos. Al fin yba el Rey don Alonso, con el Arçobispo don Rodrigo, y otros Obispos, y con muchos Grandes de Castilla. Tambien los Reyes de Navarra y Aragon ordenaron sus gentes, como convenia: y desta manera se acercaron a la batalla. Dicen que en este punto el Rey de Castilla vio en el ayre una Cruz colorada, muy resplandeciente, la qual le mostro un Cavallero Gallego, que primero lo avia visto: mas el Arçobispo don Rodrigo que se hallo presente, y escribió muy en particular las cosas desta batalla, no hace mencion desto.”

“Estava el Miramamolin en lo alto del montezillo, con el Alcoran en la mano: que es un libro de su secta: y alrededor del avia mandado hazer un cerco muy grande de cadenas: y dentro deste cerco estava gran multitudo de Moros vallesteros, para que los caballos de los Christianos no pudiessen entrar, y los Moros los pudiessen herir. Fuera deste cerco estavan unos Moros, que se dezian los Almohades, hombres muy valientes y diestros en las armas. Finalmente era tanta la multitud de Moros, que avia ochenta mill de caballo, y el numero de los peones era increyble.”

“Como don Diego Lopez de Haro (que llevava la delantera) se acercasse con sus gentes al Real de los Moros, por un lugar muy aspero, los Moros començaron a herir en los Christianos de tal manera, que por un poco espacio de tiempo les impedieron el passo: y viendo esto los Maestres y Caballeros de las Ordenes, que yvan en el esquadron de en medio, passaron adelante: y juntos con las gentes de la delantera començaron a romper la batalla formada contra Moros: todos pelearon tan valerosamente, que estuvo muy dudosa la victoria: y aun algunos de los Concejos y gente comun començaron a bolver las espaldas para huyr. Viendo esto el Rey don Alonso, dixo al Arçobispo de Toledo en voz alta que muchos lo oyeron. Arçobispo yo y vos muramos aqui. Respondio el Arçobispo. No moriremos señor: antes aqui aveys de prevalecer contra vuestros enemigos. En diciendo esto, el Rey quiso passar a socorrer a los que estavan en la batalla: mas don Fernan Garcia de Villamayor le detuvo, diciendo que era muy mas acertado quedar atrás, hasta que todas sus gentes huviessen passado aquel passo. Dize el Arçobispo con juramento, que en todo esto el Rey no se demudo en el rostro ni en la habla: antes con gran constancia y esfuerço andava como un leon, con animo de vencer o morir. Finalmente hizo que sus Pendones pasasen a delante, y lo mesmo hizieron los Reyes de Aragon y Navarra: y asi socorriendo a los que estavan en lo fuerte de la batalla, llegaron hasta el cerco de cadenas que tenemos dicho.”

“Estava en el Pendon del Rey de Castilla pintada la ymagen de Nuestra señora: y llevavalo don Alvar Nuñez de Lara, Alferez mayor del Rey, el cual a pesar de los Moros, hizo saltar el cavallo por aquellas cadenas: y puesto dentro del cerco, defendio el Pendon tan valerosamente, que dio animo a otros muchos Caballeros, para hazer lo que el avia hecho, y con esto los Moros desmayaron mucho... Tambien el Rey don Sancho de Navarra por otra parte rompio este cerco de cadenas, y con muchos de sus Cavalleros entro en el, donde hizieron grande mortandad en los Moros: y por esto el y sus sucessores tomaron por Armas un Cerco de Cadenas: y tambien aquellos Cavalleros que con el se hallaron pusieron insignias de Cadenas en sus Escudos, como oy las traen muchos linages que descienden de Solares antiguos de Navarra. El Rey de Aragon y los suyos por otra parte pelearon valerosamente, y fue grande la multitud de Moros que mataron. Llevava el Pendon de Aragon Mosen Gomez de Agoncillo, que era de Castilla, y servia al Rey de Aragon. Viendo los Moros la ymagen de Nuestra señora en los Estandartes, tomaron tan terrible temor y espanto, que aviendo estado antes muy constantes y fuertes en la pelea, todos a una mano bolvieron las espaldas huyendo, quedando ya muchos muertos y otros heridos. Tambien fue cosa maravillosa, que un Canonigo y Capiscol de la Sancta Yglesia de Toledo, llamado Domingo Pascual, el qual llevava el Guion y Cruz de su Arçobispo(12), entro por medio de las batallas de los Moros, en la mayor furia de la pelea, y nunca fue herido, ni recibio daño alguno. Esto puso grande animo a los Christianos, viendo la señal de la Cruz en medio de sus enemigos.”

“El Miramomelin viendo que los suyos bolvieron las espaldas, (por consejo de un hermano suyo llamado Zeit Avozecriht), subio en un caballo, y con solos quatro de los suyos que le acompañaron, se fue huyendo a Baeça. Los de aquella Ciudad, a quien poco antes avia escrito que tenia en su mano a los tres Reyes Christianos, preguntaron le que harian, si los Reyes llegasen a Baeça. Respondio el Rey Moro, No tengo consejo para mi ni para vosotros, el Dios sea en vuestra guarda. Venida la noche, tomo otro caballo, y fuesse a Jaen, por que no se tenia por seguro en Baeça. Los nuestros que vieron a los enemigos en huyda, siguieron el alcance con gran animo, y mataron grandissimo numero de ellos. Dize el Arçobispo como testigo de vista, que murieron en esta batalla y alcance casi dozientos mill Moros, y no mas de veynte y cinco Christianos, que cierto es cosa digna de admiración. Dize otra cosa no menos admirable: y es, que con estar en el campo tan copioso numero de Moros, unos cortados pies y brazos, y otros descabeçados, otros alanceados, otros heridos por otras muchas maneras, no se hallo en todo el campo rastro ni señal de sangre. Algunos dicen averseles elado en el cuerpo, con el temor grande que recibieron, de tan subita victoria como Dios avia dado a los Christianos.”

“Vencida esta nombrada batalla, y muertos tantos Moros, ya que el Sol se ponia, reposaron los Cristianos, asentándose en aquellos campos: cansados de pelear, pero muy recreados con tan gloriosa victoria: y començaron los Obispos y Clerigos a dar gracias y alabanças a Dios, cantando Te Deum laudamus. Hallaronse en el campo y Tiendas de los Moros grandísimas riquezas de oro, plata, vasos, vestidos, y otras cosas muy preciosas. Otrosi se hallo gran muchedumbre de cavallos, camellos, mulos, y otros animales de servicio, que valian gran suma de dinero. Hallose asi mesmo la Tienda Real de el Miramomelin: la cual era de terciopelo carmesi, muy ricamente bordado de oro, y sembrada de piedras preciosas, de valor inestimable. Esta dio el Rey don Alonso al Rey don Pedro de Aragon: y otra no de menor estima, que era del Caudillo de los Almoades, dio al Rey don Sancho de Navarra.”

“Dize Fernan Perez de Guzmán, en el libro llamado Valerio de las hystorias, que para repartir todo lo demas de aquel rico despojo, entre los tres Reyes y sus Cavalleros, dio el Rey don Alonso la mano y el mando a don Diego Lopez de Haro señor de Vizcaya: en lo qual los otros dos Reyes consintieron. Don Diego conosciendo bien la liberalidad y franqueza del Rey don Alonso su señor, dixole estas palabras. Señor mi parecer es que los Reyes de Aragon y Navarra ayan todo lo que fue hallado en el cerco o palenque de las cadenas, y lo repartan con su Cavalleros y peones como quisieren, salvo que en esto no entre lo que ya los Hijos dalgo ovieren tomado. Lo que se hallo fuera del cerco de cadenas, ayalo cada uno como lo tomo: y la parte de ello que no pareciere aver sido tomado antes que viniesemos a particion, repartase entre los caballeros Castellanos: y los peones ayan su parte. A vos señor Rey no doy parte alguna deste despojo: mas doy os la honrra desta victoria, que a vos es devida. El Rey se tuvo por muy contento: y los otros Reyes consintieron en lo que don Diego dixo, juzgando aver hablado discreta y avisadamente.”

Frey Francisco de Rades cuenta a continuación que el Maestre de Calatrava, Frey Ruy Díaz, “como fue uno de los que bien pelearon, y se metio con los Freyles Cavalleros de su Orden en lo mas peligroso, con la Seña y Pendon de Calatrava, fue herido en un braço, de tal manera, que no quedo para poder pelear. Por esto, como Cavallero zeloso del bien de su Orden, en el mesmo lugar de la batalla hizo junta de sus Cavalleros, y renuncio al Maestradgo, dandoles licencia para que eligiesen otro Maestre, tal que pudiesse proseguir aquella entrada que el Rey hacia en tierra de Moros.... Aviendo renunciado el Maestradgo alli en el Real, y dexando ya elegido por Maestre a don Ruy Garces, luego se volvio a Calatrava la vieja, donde ya estava su Convento: y alli vivio nueve años sanctamente, guardando sin remission los ayunos, abstinencias, y otras asperezas de su Orden, como buen religioso.”

El nuevo Maestre de Calatrava, Ruy Garcés, ni lento ni perezoso, el segundo día después de la batalla puso cerca al castillo de Vilches, que había sido de su Orden(13). Cuenta Rades que “El otro dia siguiente llegaron tres Reyes con su Exercito, y apretaron tanto el cerco con la bateria, que los Moros se rindieron, pensando salvar las vidas: mas todos fueron degollados. Lo mesmo hizieron en los castillos de Ferral, Baños y Tolosa, los quales tambien avian sido ganados otra vez por los Cavalleros de Calatrava. De alli passaron adelante las Ordenes, y llegaron a Baeça antes que los Reyes: mas hallaronla despoblada, por que todos los vezinos de ella se avian ydo huyendo a Ubeda, salvo los viejos y enfermos, que se encerraron en la Mezquita. Los nuestros pusieron fuego ala dicha Mezquita, y en ella fueron quemados todos aquellos Moros.”

Así de contundente fue esa lucha sin cuartel librada entre los reinos cristianos de España y el ejército invasor de los Almohades, que ya había perdido irremediablemente el aura de invencible.

Por su parte, el Maestre de Santiago, Frey Pedro Arias, y sus Freyles Caballeros, estuvieron también en lo más encarnado de la batalla. El cronista cuenta, con cautela acostumbrada, “Dizese que el Maestre fue herido malamente en esta batalla: y que de alli a cinco meses murio de la herida. Lo que se sabe cierto es, que al principio del año siguiente ya avia otro Maestre...”.

Para tener noticias concretas de la participación de los Caballeros Templarios en la batalla de las Navas de Tolosa se hace necesario recurrir a otras fuentes. Los Pobres Caballeros han tenido la desgracia no solamente de verse atacados con traición y mala fe por un Rey de Francia “hermoso” solamente en apodo pero no por su recto proceder, sino también, siglos más tarde, de sufrir una auténtica avalancha de patrañas fantasiosas y mal intencionadas que intentan desvirtuar la verdadera historia de esa valiente Orden Militar cristiana y católica. Sin embargo, hay estudios serios de sus avatares, y con relación a Castilla se puede consultar al libro de don Gonzalo Martínez Díez, S.J., Los Templarios en la Corona de Castilla(14).

Comenta don Gonzalo, “En 1212 cuando llega la gran ocasión de Las Navas de Tolosa, entre las fuerzas concentradas en Toledo se encuentra la hueste templaria dirigida por su maestre, ya de nombre castellano, Gómez Ramírez, que falleció nada más acabar la contienda(15). En el ejército, en formación de combate, los templarios ocupan el centro junto con los caballeros del Hospital, de Santiago y de Calatrava, todos a las órdenes del conde don Gonzalo Núñez de Lara.”

“Con esta ocasión don Rodrigo Jiménez de Rada dedica en su crónica una loa a los caballeros del Templo de Salomón: <<Estos son, dice, los primeros que en el Nuevo Testamento habiendo abrazado el signo de la Cruz supieron unir el esplendor de la gallardía militar, viviendo valerosamente, con las obligaciones de la caridad y de la religión>>”.

Sigue comentando nuestro historiador jesuita, “No hay ningún dato que permita cuantificar la hueste templaria en Las Navas de Tolosa: es muy posible que allí se encontraran no sólo los templarios de Castilla, sino también los de Cataluña, Aragón y Navarra acompañando a sus reyes Pedro II de Aragón y Sancho VII, el Fuerte, de Navarra, y quizás también los templarios portugueses formando parte del cuerpo expedicionario que había enviado el rey Alfonso, aunque no acudiera personalmente el monarca luso.”

“Con todo, la valoración o la importancia relativa de cada Orden militar, según la opinión de Alfonso VIII, la encontramos reflejada en el testamento que otorgó este monarca el 8 de diciembre de 1204, cuando dispone que de sus armas se hagan tres lotes iguales: uno para la Orden de Santiago, otro para la de Calatrava y el tercero para las Ordenes del Hospital y del Temple, a dividir desigualmente: dos tercios para el Hospital y el tercio para el Temple, lo que equivale a un noveno del total la parte destinada a nuestra Orden.”(16)

En cuanto al Hospital de San Juan de Jerusalén, sus fuerzas en la batalla fueron dirigidos por el Gran Prior de Castilla, Frey Gutierre de Armíldez(17). Como ya hemos visto, lucharon los sanjuanista juntos con sus hermanos de las otras tres órdenes en el centro de la acción. Ya en el año 1183, el Rey don Alfonso VIII les había donado el Castillo de Consuegra(18), que tuvieron como su Gran Priorato de Castilla y que lograron mantener en su posesión durante la invasión almohade después del desastre de Alarcos.

A manera de conclusión, podemos afirmar que las Ordenes Militares de Santiago, de Calatrava, del Hospital y del Temple, jugaron un papel de gran importancia en esta la batalla más trascendente de la Reconquista cristiana. En una época cuando los reyes tenían vasallos pero no ejércitos permanentes, los monjes guerreros(19) de las Ordenes ofrecían un apoyo a los esfuerzos militares de los reyes cristianos que difícilmente se podría haber suplido de otra forma.

También es el caso que la batalla de Las Navas de Tolosa marca un hito en la historia de las propias instituciones armadas, ya que con ese gesto glorioso se concluye lo que podríamos llamar la época heroica de las Ordenes Militares. A los pocos años de la contienda los reyes empiezan a colocar miembros de sus familias como Maestres, y cada vez más vemos a los Freyles Caballeros involucrados en luchas entre los reinos cristianos o en cuestiones dinásticas. De todas las maneras, las Ordenes siguieron su curso ya no solamente como monjes y soldados sino también como administradores de los inmensos estados reconquistados a los Moros, y en gran parte se mantenían fieles a sus propias esencias hasta el siguiente hito de su historia, la reconquista de Granada en 1492, donde también participaban con brillo.

Sin embargo, ya su poder militar y económico era demasiado considerable para ser ejercido por otro que no fuera el propio monarca, y con anterioridad el Rey don Fernando el Católico se hizo nombrar Maestre de Calatrava (efectivo en 1487) y “Administrador Perpetuo de Calatrava” en 1489. En 1516, muerto el Rey, el Capítulo General de Calatrava hizo un último intento de recuperar la independencia, pero en 1523 el siguiente monarca, Emperador Carlos V, obtuvo de la Santa Sede la “administración perpetua” de la Orden (con las de Santiago y Alcántara) a favor de la Corona.

Volviendo, sin embargo, a la batalla de las Navas de Tolosa, hay otros aspectos que no pueden menos que hacerse notar, sobre todo desde el momento histórico en que estas líneas se escriben (mayo de 2006). El primero es el papel tan relevante jugado por don Diego López de Haro, Señor de Vizcaya, con su hijo y sus vizcaínos, en esa batalla tan fundamental para el futuro de la península entera. Participaban, verdaderamente, “las Españas”, con navarros, aragoneses, catalanes y portugueses hombro con hombro con sus hermanos castellanos (incluyendo, naturalmente, a los vascos) en la heroica lucha para hacer retroceder la amenaza islámica venida de África, en aquel tiempo a causa de la presencia almohade en España.

Un segundo punto de interés es la similitud notable entre la naturaleza de las Órdenes Militares (tal y como la resume don Gonzalo Martínez Díez, S.J., en los extractos citados de su libro) y el carácter religioso-militar de los Requetés carlistas que lucharon en la Guerra de España de 1936-39. Es una combinación muy potente, y en dos momentos claves de la historia de España ha sido necesaria para salvar a la patria in extremis.

Un tercer aspecto digno de mención, es la grandeza y generosidad de espíritu del Rey don Alfonso VIII de Castilla en el momento de la victoria, quedándose con el honor y la gloria, en palabras memorables del Señor de Vizcaya, mientras dispensaba con liberalidad verdaderamente regia los despojos materiales de la conquista de sus enemigos. Son significativas las palabras de Rey, citadas de nuevo por nuestro cronista calatraveño Frey Francisco de Rades y Andrada, en una escritura que firmó pocos años después en Toledo: Facta charta apud Toletum Rege exprimente IIIJ. die Januarij, era.M.CC.LII. tertio videlicet anno quo ego praedictus Alfonsus Rex Almiramomeninum Regem de Marrocos apud Navas de Tolosa campestri prelio superavi, non meo merito sed Dei misericordia, et meorum auxilio vassallorum. Dice el Rey que hace la escritura en el tercer año después de haber superado al Rey de Marruecos en la batalla de las Navas de Tolosa, “no por mi mérito sino por la misericordia de Dios, y el auxilio de mis vasallos”. La humildad en los gobernantes es un gran ornamento, y más cuando son victoriosos de forma tan contundente y gloriosa.

El Rey falleció al poco tiempo, en 1214, y sub especie aeternitatis llevó a la tumba (en la Abadía cisterciense de Las Huelgas Reales de Burgos) no las riquezas asombrosas ganadas a sus enemigos sino, en las dignas palabras de don Diego López de Haro, “la honrra desta victoria, que a vos es devida”.

Mayo de 2006